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En su puesto; en la mitad de los paseos y en los cruces de las calles importantes, decidido a perseguir a aquellos de nosotros que desafiáramos la mínima norma de urbanidad.
Pobres peleles, fachosos e irascibles, con sabor a pan y a onza de chocolate. Jocoso personaje de tebeo arrugado, perdido en cualquier banquito o en cualquier bordillo de cualquier portal.
Aquí lo tenéis de nuevo, como entonces... y aquí tenéis a un niño, meandose en su principio de autoridad. Claro que a mi nunca me cogieron los guardias, hasta muchos años después.