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La entrada al cielo. Al fondo de un suelo etéreo y difuso, un portalón. A la derecha y al borde del mismo: una mesa de despacho y una silla. En ella está sentado un anciano de barba y pelo cano, San Pedro. Está revisando unos papeles.  Una música celestial presenta el espacio escénico, al poco hace su aparición un niño pelirrojo que semeja tener una edad de unos diez años.